Algo temblorosa empecé a observar mi
alrededor. A la derecha se encontraban a los ángeles con sus respectivas cintas
de colores en el cuello. Enfrente de mí, había un hueco vacío, era el de los
lobos y al lado de este se encontraban los demonios donde uno de ellos
destacaba como el que más, Brian.
Se quedó mirándome a la vez que me
dedicaba una sonrisa tierna, pero no articuló palabra.
En el mismo instante en el que decidí
saludarle, una luz cegadora salió del montículo de mármol elevándose hasta el
techo. Un hermoso hombre, vestido de blanco con unas enormes alas blancas colgadas
a sus espaldas, descendió por aquella luz.
―Es el hijo de Dios. ―Me comunicó Ben
al ver mi asombro.