Mi pequeña Ashley, así es como mi marido y yo decidimos llamarla, era el bebé más tierno y dulce que jamás había visto. Nada más ver esa carita delicada, igualita a la mía, me hizo llorar de alegría. No existe palabra en el mundo que describa lo que sentí al tener a mi pequeña entre mis brazos. Ashley era y sigue siendo para mí el amor más grande que existe en el universo, no tiene comparación con absolutamente nada, incluso la palabra amor no refleja el sentimiento real que siento hacia ella, la enormidad de mi amor incondicional es lo más grande que haya sentido jamás, ni el amor de Kevin me ha hecho sentir lo que en realidad siento por ese pequeño ser lleno de vida…, pero detrás de ese amor estaba el dolor de dejarla y abandonar ese mundo para irme con mi marido el cual no podía vivir sin él, era duro pero la decisión estaba tomada.
―Tengo que hacerlo Tannya, no puedo vivir en un mundo donde no está él ―le dije a mi amiga días más tarde colocando
a mi pequeña en sus brazos―. Kevin es lo único que tengo en la vida y…,
no puedo vivir sin él. ―Mientras ella abrazaba a mi bebé yo no tuve el valor de mirar esa carita de muñequita que dormía plácidamente.
― ¿Pero tu hija? Ella…―Quiso
quejarse mi amiga temblando.
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